
El mes de enero inaugura cada año con la misma promesa: 'Esta vez, sí'. Nuevos propósitos de enmienda, planes, agendas nuevas y energías renovadas para hacer que el año sea mucho mejor que el anterior. Sin embargo, en un gran número de los casos, estas intenciones se terminan transformando en culpa ocasionada por el abandono.
Teresa Herrero, experta en fortalecer la autoestimaestablecer límites sanos y diseñar hábitos que sostengan el bienestar a largo plazo, comienza aclarando que «lo que fallan no son los propósitos en sí, sino la manera en la que los planteamos, creando metas que en realidad nacen del 'debería' y no de la claridadla intención sincera o el bienestar emocional».
«No es solo lo que te propones, sino desde dónde te lo propones»
Si este año queremos proponernos cosas que tengan posibilidades de hacerse realidad, sin sabotearnos Constantemente, hay una serie de claves prácticas que podemos llevar a cabo, con el objetivo de que nuestros objetivos nos acompañen… ¡en lugar de ¡Acaba con nuestra energía y nuestro ánimo!«
Efectivamente, en apenas unas pocas semanas, pueden aparecer la frustración, la culpa y el agotamientoal comprobar que todo aquello que emprendimos con tanta ilusión, al final no se ha cumplido. ¿Cuál es el motivo? Según Herrero, lo que falla es plantearnos unas expectativas poco realistas, marcadas en un formato mal diseñado.
Tal como explica el coach de desarrollo personal, «la mayoría de personas se marcan objetivos que no son suyos, que nacen del 'debería' o de la comparación. Sin claridad interna ni estructura externaes normal que se abandonen». De la misma manera que sucede durante la Navidad —cuando la gestión emocional determina cómo vivimos cada reunión familiar—, con el comienzo de año sucede lo mismo: no es solo lo que te propones, sino desde dónde te lo propones».
¿Cuál es la piedra con la que 'tropezamos' cada año en nuestros propósitos?
Con la intención de poder establecer una hoja de ruta correcta, en la dirección adecuada, el entrenador advierte que es imprescindible entender qué nos hace tropezar cada año. Según Herrero, entre los fallos más habituales está el hecho de ponerse demasiados propósitos a la vez y querer cumplirlos todos: «El cerebro no funciona por acumulación, sino por enfoque. Metas multiplicadas aumenta la ansiedad y reducir la constancia».
De la misma manera, «cuando la motivación nace del 'debería', del miedo o de la comparación, la adherencia se desploma, por lo que copiar los propósitos de otros cae por su propio peso. Tampoco es buena idea elegir metas abstractas como 'cuidarme más', 'estar mejor' o 'ser constante', porque no activan ningún comportamiento concreto».
Ignorar el componente emocional que nos aboca al fracaso: «Un propósito puede ser perfecto en papel, pero si internamente genera presión, miedo o rechazo, no funcionará«. De la misma manera que no funciona la culpaque no impulsa, sino que paraliza: «Si el propósito nace de exigencia, difícilmente se sostendrá. Lo que sucede es que no fallamos por falta de voluntad, sino por falta de estructura emocional y claridad. Nos pedimos demasiado y nos acompañamos muy poco».
Esto es lo que sí funciona para conseguir nuestros objetivos de Año Nuevo
Más allá de la productividad o la disciplina, los propósitos pueden convertirse en una herramienta de autoconocimiento. Según Herrero: «Un propósito bien planteado no es una obligación.: es una dirección. No busca convertirte en otra persona, sino acompañarte a ser quien quieres ser con más calma, intención y verdad personal».
Cuando se formulan desde este lugar, «los propósitos dejan de ser una carga y se transforman en una guía de bienestar para el año que empieza. Eso sí, una vez identificados los obstáculos, el siguiente paso es construir propósitos que sean realistas, medibles y emocionalmente sostenibles. Entre las claves certeras está elegir pocas metas, pero significativas, visibles, medibles y que puedan sentirse, como por ejemplo. caminar 20 minutos diarios o reducir la exposición a las pantallas».
Por otra parte, la coach asegura que «sin fecha, el propósito no es un compromiso, sino un deseo. Además, la motivación real no nace del objetivo, sino del sentido que le damos: para qué quiero esto, qué cambiará en mi vida. Por supuesto, vamos a tener que ir». revisando las metas y ajustándolas sin culpaporque un propósito no es una sentencia».
Para finalizar, la experta pone el foco en el acompañamiento, que debemos pedir si lo necesitamos. «El error más extendido es creer que tenemos que poder con todo solas.. La ayuda profesional aporta claridad, estructura y una mirada externa que evita el autosabotaje».




