A finales de septiembre de 2023, la limpieza étnica de los armenios de Nagorno Karabaj había desaparecido rápidamente de la atención de los medios de comunicación mundiales. Los últimos de los 120.000 armenios de Karabaj habían abandonado su patria ancestral, dejando atrás a los menos afortunados para enfrentar la posibilidad de juicios farsa en Bakú o, peor aún, una posible desaparición forzada. Varios cascos azules rusos, incluidos oficiales de alto rango, también murieron durante la ofensiva en una lluvia de balas «perdidas», sin dejar supervivientes. ¿Está Azerbaiyán disponiendo de testigos inconvenientes? Bakú se disculpó rápidamente; Moscú aceptó. Los blogueros militares rusos se quejaron de «traición» con los dientes apretados.
De hecho, esta no era la primera vez que Moscú permitía a las fuerzas azerbaiyanas despejar las aldeas armenias en Karabaj. En el fatídico verano de 1991, las fuerzas de paracaidistas soviéticas persiguieron a los guerrilleros armenios en la región, antes de que la policía antidisturbios de Azerbaiyán desalojara a los habitantes armenios locales. Al parecer, Mijaíl Gorbachov esperaba que el todavía soviético Azerbaiyán apoyara su versión renovada de la URSS contra los armenios rebeldes y cada vez más prooccidentales. Desde allí hasta el colapso del poder soviético, sólo pasaron unos pocos meses.
Lema #ArtsakhStrong en Ereván, Armenia, 2020. Imagen: Garik Avakian / Fuente: Wikimedia Commons
La lógica de Stalin
Cualquier enciclopedia lo deja claro: Armenia es el país cristiano más antiguo, con su propia iglesia y su propio alfabeto. Después de adoptar oficialmente el cristianismo en el año 301 d.C., Armenia desempeñó un papel enorme en la Antigüedad tardía. San Servacio, el santo patrón de Maastricht, era armenio. Pero a medida que las oleadas de pueblos inmigrantes conquistadores inundaron el reino romano, los armenios quedaron reducidos a una minoría remanente, como los celtas, los vascos, los coptos egipcios o los derrotados griegos y eslavos balcánicos.
Con el advenimiento de la modernidad, los estudiosos se dieron cuenta del antiguo pedigrí de estas naciones. Luego vino el sueño de la nacionalidad. Los resultados, sin embargo, giraron en contra de la geopolítica occidental, comenzando con los griegos en la década de 1820 y terminando con los irlandeses. En 1915, los armenios se enfrentaron a un exterminio genocida en el desmoronado Imperio Otomano. Como muchas de esas minorías en medio de la decadencia del viejo orden, los armenios fueron acusados de ser simultáneamente explotadores capitalistas y revolucionarios socialistas. En definitiva, demasiado prooccidental y moderno.
Sólo un par de fragmentos de la antigua patria armenia sobrevivieron a la carnicería para convertirse en parte de la recién formada Unión Soviética después de 1920. La pieza más grande se convirtió en la República Socialista Soviética de Armenia (RSS). La porción menor, llamada Nagorno (es decir, montañosa) Karabaj, estaba adscrita a la RSS de Azerbaiyán con su población predominantemente musulmana y de habla turca.
Stalin, como comisario soviético para las nacionalidades, siguió una lógica materialista. Para él, los odios étnicos eran una señal de atraso. Bakú, la capital del recién creado Azerbaiyán, era un importante centro de industria petrolera y en ese momento se la conocía como la «Chicago del Este».
De hecho, a principios del siglo XX, Bakú contaba con una atmósfera maravillosamente cosmopolita en la que las élites musulmanas modernistas cambiaron al alfabeto latino y establecieron una república incluso antes que Turquía. Los educadores azeríes incluso se atrevieron a satirizar las tradiciones islámicas en la revista ilustrada. Molla Nasreddinque fue ampliamente leído desde la India británica hasta Marruecos.
La fina capa de occidentalizadores azerbaiyanos pereció en las purgas de Stalin de los años treinta. Los reemplazaron personas como Heydar Aliyev, un protegido del jefe del NKVD, Lavrenty Beria, en la década de 1940, y fundador de la dinastía gobernante de Bakú desde 1969.
Los Aliyev ahora parecen dispuestos a superar las fantasías satíricas de Sasha Baron Cohen. El presidente Ilham Aliyev concede la Orden de Heydar Aliyev a la vicepresidenta, su esposa Mehriban Aliyeva. Posan para selfies con uniformes de combate, de pie sobre las posiciones armenias conquistadas. Casi nunca se menciona a otros héroes de guerra azerbaiyanos. El poder personalista no permite competencia, incluso si es abiertamente leal.
Conflicto descongelado
Los detalles grotescos, sin embargo, marcan la fachada. La historia se hace mediante la interacción de estructura, agencia y contingencia. La clave es el tiempo. ¿Por qué el conflicto de Karabaj finalmente se descongela precisamente ahora? ¿Qué podemos esperar a continuación?
Las expectativas olvidadas de la perestroika de Gorbachov a finales de los años 1980 prometían un orden mundial más humano y racional, empezando por la propia URSS. Estas esperanzas dieron un tremendo impulso a la intelectualidad, los escritores y científicos que, por definición, son los custodios de todo lo racional y humano. El mapa administrativo, en el que la RSS de Armenia estaba separada por una estrecha franja montañosa de la zona autónoma armenia de Karabaj, parecía irracional. Pero en ese momento eso parecía irrelevante, ya que tanto Azerbaiyán como Armenia eran simplemente repúblicas soviéticas.
Sin embargo, a medida que la URSS se acercaba al colapso, esta anomalía cartográfica desencadenó una cadena de terribles acontecimientos que ahora se denominan fríamente «intercambio de población». En 1990, miles de personas de etnia armenia, en su mayoría urbanas y educadas, fueron expulsadas violentamente de Bakú. En 1992-1994, destacamentos armenios, decididos a vengar el trauma del genocidio, aseguraron Nagorno Karabaj y una gran zona de amortiguación a su alrededor, de donde fueron expulsados los aldeanos azerbaiyanos.
En Bakú, después de un breve interregno caótico bajo la intelectualidad democrática local, el orden fue restablecido por la mano fuerte de Heydar Aliyev. En Karabaj, y pronto en la propia Armenia, el poder recayó en comandantes guerrilleros victoriosos, típicamente arribistas de partidos de ciudades pequeñas. Esta sociología superficial ayuda a explicar por qué ninguna de las partes buscó seriamente la paz entre el alto el fuego de 1994 y la reanudación de la guerra en Azerbaiyán en 2020. Ambos países estaban gobernados por ex funcionarios soviéticos que disfrutaban de los frutos corruptos del poder, aunque Heydar Aliyev era un general de la KGB de legendaria astucia mientras sus homólogos armenios eran tipos más simples.
El Azerbaiyán postsoviético se convirtió en una presidencia vitalicia rica en petróleo. Heydar Aliyev evitó riesgos y cultivó cuidadosamente su régimen, que finalmente transmitió a su hijo y a su familia política. El régimen armenio permaneció inestable, con varios presidentes sucediéndose, antes de que un exitoso levantamiento popular en 2018 lo derribara. El líder insurgente, Nikol Pashinyan, era un periodista de inclinación populista que tuvo que aprender el arte del estadista en el trabajo, con un gran costo para su nación. Aún así, para una gran mayoría de votantes, parecía una mejora con respecto a sus predecesores. El autoritarismo turbulento dio paso a una democracia turbulenta en Armenia. Moscú no ocultó su descontento.
La guerra se reavivó
La guerra de Karabaj se reavivó en 2020, mientras Occidente estaba preocupado por el Covid-19 y el circo Trump. Las fuerzas armenias en Karabaj, con sus armas y tácticas de la era soviética, tenían pocas posibilidades contra los ejércitos azerbaiyanos equipados con armas avanzadas de Israel y Rusia y endurecidos por los asesores turcos.
Sin embargo, en noviembre de 2020 la segunda guerra de Karabaj llegó a un extraño final, justo en el momento en que la victoria de Azerbaiyán parecía inminente. Las fuerzas de paz rusas, algunas de las tropas mejor entrenadas del país, llegaron al lugar con un mandato vago de duración indeterminada. Sin duda, los armenios habían perdido. Pero Azerbaiyán acabó con rusos y turcos abiertamente estacionados en su territorio. La presencia de israelíes fue ampliamente sospechada pero nunca probada.
Evidentemente, Bakú tuvo que aceptar este extraño resultado porque Putin y Erdogan se habían convertido en «socios rivales», como lo expresaron los comentaristas de Moscú. Aún así, en 2020 Putin estaba en ascenso. Karabaj parecía ser simplemente una pieza de un diseño mucho más grande. Un recordatorio: en el verano de 2020, Aleksandr Lukashenko, el perenne dictador de Bielorrusia, casi pierde el poder ante protestas masivas. Putin intervino y aseguró Bielorrusia.
La guerra inconclusa en Karabaj hizo que tanto Armenia como Azerbaiyán dependieran torpemente de Rusia. En cuanto a Georgia, la aquiescencia parecía una conclusión inevitable bajo su actual liderazgo anónimo. Luego, en enero de 2022, un levantamiento popular inesperado (siempre inesperado) en Kazajstán, el país más grande de Asia Central, casi destruyó el régimen y el Estado. Las fuerzas de paz rusas acudieron nuevamente al rescate y, sorprendentemente, se marcharon casi al mismo tiempo. Por supuesto, eran necesarios para el ataque sorpresa a Ucrania. Pero esa táctica fracasó ante la resistencia ucraniana.
El destino de Karabaj quedó entonces decidido. Bakú, siempre reacio al riesgo, dio vueltas sobre el objetivo durante otro año y medio mientras observaba la disminución del poder ruso. Además, la propia Rusia se volvió críticamente dependiente de Azerbaiyán y Turquía para eludir las sanciones occidentales y conectarse con su nuevo y preciado socio iraní.
¿Qué pasa con Armenia? Para Moscú, que actualmente lucha en todos los frentes, un cambio de régimen en Ereván sería ciertamente deseable. La base militar rusa en Armenia sigue siendo el último puesto avanzado de Moscú en el sur del Cáucaso. El fin de la presencia armenia en Karabaj aún podría resultar en la desaparición de la democracia populista de Pashinyan.
Sin embargo, muchos armenios ahora se dan cuenta con dolor de que, después de dos siglos, Moscú ya no es un aliado. Esta comprensión surgió por primera vez durante las reformas bien intencionadas de Gorbachev y finalmente arruinó a la URSS. Irónicamente, las intrigas geopolíticas de Putin podrían arruinar ahora la posición rusa. La historia está llena de ironías tan trágicas. Las pequeñas guerras en lugares distantes pueden llegar a ser guerras mundiales.
