Horacio Otheguy Riveira.
En sus orígenes, el mito del vampirismo era eminentemente femenino. Descubre en esta rigurosa y sugerente investigación que hay, en realidad, tras el aire amenazante y seductor de estas enigmáticas criaturas que consumen la energía y la sangre de sus víctimas para perpetuar su malvada existencia. Adéntrate en los secretos de un mito que fusiona horror y erotismo a través de la historia, el arte, el folclore o el análisis de la magnífica obra de autores clásicos, góticos o románticos, como Poe, Gautier y Le Fanu.
Una revisión exhaustiva a esas siniestras y cautivadoras figuras que encarnan un lado oscuro de la feminidad: desde la legendaria y antigua Lilith hebrea, madre de todos los vampiros, hasta la egipcia de Sekhmet, las empusas griegas o las nügui chinas.
¿Y qué decir de las vampiras históricas? Esas féminas que, desde la magia negra y la invocación por la sangre, personificaron el mito del vampirismo, como la condesa sangrienta húngara Erzsebet Bathory, cuya macabra memoria rastreó personalmente el autor de estas páginas en su guarida de los Cárpatos. Con un estilo envolvente, este cautivador relato desvela las claves para comprender una de las leyendas más universales, escrita con sangre y tinta.
Un mundo singular que siembra terror y fascinación a partes iguales con profusión de obras literarias y cinematográficas desde el cine mudo en adelante.
Para darse una idea de la magnitud de este libro, he aquí los primeros pasos del índice de sus 280 páginas…
AQUELARRES Y MARTILLOS DE BRUJAS Y VAMPIRAS: 93
El Malleus Maleficarum, el manual para cazar brujas… y vampiras: 98
Autos de fe, vampiros y niños curiosos: 102
Cacería de brujas y vampiras en el norte: 105
Brujas chupadoras de sangre en Madrid: 107
LAS VAMPIRAS ANCESTRALES: 111
Vrykolakas de las ínsulas griegas: 111
El padre de la upirología. El abad Calmet y las vampiras ancestrales: 114
Exhumadores de upires: 118
LAS SEÑORAS DE LAS MONTAÑAS EN AMÉRICA Y LAS
CANARIAS: 121
Brujas vampiras en los Andes: 121
La vampira de Tahari y las Tlahuelpuchi: 124
Las vampiras danzantes de Tenerife: 128
TERRITORIO YUREI: VAMPIRAS DE CHINA Y JAPÓN: 131
Entidades femeninas vampíricas del sur y este de Asia: 132
Las vampiras chinas: rígidos zombies o bellas rojo chillón: 135
Zorras de nueve colas y otras vampiras japonesas: 146 (…)
336 páginas, ilustrado Rústica con solapas 15 x 24 cm PVP: 21,95 €
PRÓLOGO
La entrada a la torre estaba detrás de una «doncella de hierro», con sus fauces de metal abiertas y amenazadoras contra cualquier intruso que intentara vulnerar el recinto semiderruido. En ese féretro de metal y madera, la chica era amarrada y colocada de pie, de tal forma que al balancear la estructura, pendiente de una argolla y una soga, la niña golpearía contra el interior de la «doncella» y recibiría el terrible corte de las cuchillas y clavos allí instalados.
La sangre de la muchacha correría libre hacia el suelo del ataúd colgante y, por unos orificios preparados para el propósito, regaría a la condesa, que, en éxtasis y con pequeños gritos de exaltación, recibiría la lluvia de sangre como si se tratara de una ducha. destinada a regenerar su piel y sacar su seda. Porque, tal y como dejó claro el juicio al que fue sometida por el supuesto asesinato de más de seiscientas jóvenes a principios del siglo xvii, Erzsébet Báthory tenía por costumbre paladear la sangre y morder la carne de sus víctimas.
Yo era demasiado corpulento como para introducirme en la grieta que daba a la torre donde había habitado «la condesa sangrienta». Y vaya si me dio coraje no hacerlo. Pero Lorena G. sí podía. Esta historiadora del arte, compañera de ese viaje al corazón de uno de los territorios más legendarios de Centroeuropa, no se lo pensó dos veces y allí se introdujo. Estaba oscuro, muy oscuro, y mi móvil apenas daba para iluminar la entrada, pero Lorena se movió por el interior, con la luz de su propio teléfono, con cuidado de que alguna grieta inesperada diera al traste con nuestro viaje.
—¡Huele mal! ¡Huele muy mal! —exclamó Lore.
Desde la entrada a la torre, que parecía abierta a propósito, con pico y martillo, en un recinto previamente cerrado a cal y canto con piedras y argamasa, apenas veía a Lorena encorvada y alumbrando las paredes, cuya profundidad no llegaba yo a distinguir.
—Enfoca al suelo y sigue el olor, aunque sea desagradable —le dije a mi amiga.
Ya lo estaba haciendo ella y, en un momento determinado, se paró ante una de las paredes, se agachó, se tapó la boca y la nariz, y empezó a rastrear el suelo.
—Hay una mancha grande, marrón y que está reseca, como una costra, parece… —No terminó la frase Lorena. Yo ya había sentido también el fétido hedor y no tenía ninguna duda.
Era sangre, profusamente vertida en esa torre perdida de la mano de Dios y erigida por deseo de una de esas vampiras humanas que en el mundo han sido. Bruja antes que vampira y hechicera antes que déspota aristócrata de estas estribaciones de los Cárpatos Occidentales, en el corazón de lo que hoy día es Eslovaquia y que antaño formó parte del reino de Hungría.
El guardias de la fortaleza en ruinas de Cachtice nos explicó después que en esa torre se habían realizado un par de semanas antes unos rituales ocultistas, una misa negra según nos explicó en una mezcla de inglés, alemán y eslovaco, idioma que gracias a mi buen nivel de ruso podía entender cada día más en este viaje.
Se descubrió que al menos media docena de personas habían participado en la ceremonia macabra. La sangre era de una pobre oveja que allí sacrificaron en honor de Báthory. No se sabe si con la intención de invocarla, de ofrecerle sus respetos o para tratar de conseguir (por ciencia infusa, por lo visto) algunos de los conocimientos de magia negra que llevaron a esta poderosa aristócrata de origen húngaro a realizar el mayor holocausto de mujeres. acometido por otra mujer.
No estaba sola Erzsébet. La ayudaban varias brujas (así las denominaron otras sirvientas), un mayordomo, un palafrenero y varias muchachas del servicio, tan aterradas por ayudar en tan espeluznante matanza como por la posibilidad de rebelarse y convertirse a su vez en víctimas de la condesa (…)».
Erzsébet Báthory fue posiblemente la persona que más se acercó en la historia europea al «ideal» de la vampira, sin participar, aparentemente, de los poderes y rasgos sobrenaturales de los propios vampiros, menos aún de la condición de ser una no muerta. Aunque sí es cierto que acabó siendo una «muerta en vida» cuando fue emparedada en sus aposentos, rea de asesinato y práctica de magia negra.
Juan Antonio Sanz (1966) es periodista y especialista universitario en Historia Militar y Servicios de Inteligencia. Ha ejercido como reportero y corresponsal en España, Rusia, Corea del Sur, Japón, Uruguay, Bolivia y Cuba. También trabajó en la cooperación internacional, lo que le permitió recorrer los Andes y la Amazonía en busca de leyendas y mitos. Su pasión por el folclore, la literatura, la historia y los viajes le llevó a recorrer la Ruta de la Seda, cruzar a pie los Andes o rastrear Japón y Rusia a la caza de leyendas. En su anterior libro, «Vampiros, príncipes del abismo»”, ya reflejó los resultados de su investigación sobre el fenómeno del vampirismo, para la cual viajó desde Grecia y Rumanía a Extremo Oriente, pasando por Rusia, América del Sur y Estados Unidos. las huellas de los no muertos.
