
Inesperado. “Xabi Alonsosigue su caída en directo”. Si alguna web hubiera hecho el experimento de abrir un canal cuando firmó el 26 de mayo por el Madridestaría triunfando en cualquier navegador. Xabi se ha puesto bajo sospecha desde que llegó. Le persiguen pequeños hitos: la alineación política del partido contra el PSGel hundimiento del Metropolitanola fea caída en Liverpoolo los últimos pinchazos contra modestos de la Liga. Pero, sobre todo, no se ha escapado a las dudas sobre su grandeza como entrenador. En el inicio, como incomodo por exponerse en un Mundial de Clubes del que luego quiso desmarcarse, le faltó carisma. A algunas de sus apariciones públicas, energía para generar pasión entre su gente. Y capacidad de seducción para arrastrar a los jugadores. El liderazgo, difícil pero preciso, para convertirse en alguien creíble en el vestuario, con el episodio de Vinícius en el Clásico como artefacto explosivo final.
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bajo sospecha. La foto es así al 13 de diciembre, y parece destinada ya a ser definitiva. Pero lo de Xabi Alonso ha resultado extraño. Porque no sólo él se ha incriminado. Tampoco le han comprado nada. Puede que su método, admirado en Leverkusenno funciona para el Madrid. Puede que en las oficinas no se entusiasme que, después de los esfuerzos por contar con Huijsen oh Trento en el Mundial, se marchase de Estados Unidos con un 4-0. El refuerzo ha sido tibio, incluyendo el comunicado post-Clásico de Vinicius. Eso debilita a cualquiera. A estas alturas, Xabi ya debe conocer la soledad del entrenador. El otro día sus jugadores dieron un arreón gordo contra el Ciudad. Pudo ser una declaración de compromiso. Pero también autoprotección: el Bernabéu les mira. Sólo falta saber si a esta caída de Xabi le falta un giro final. Hay destituciones que se ven a leguas, aunque un entrenador lleva medio año en el cargo. En otras, por reversibles, hay que poner la luz larga. La respuesta siempre está en el vestuario.
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